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¿Qué pasará cuando se extraiga el último bitcóin?

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Los expertos ya vaticinan la fecha en que eso sucederá.
Imagen ilustrativa

Falta aún mucho tiempo para que suceda, pero el bitcóin, como muchas otras cosas de la vida, se acabará algún día. En este caso, se trata de una inevitabilidad de origen, pues su creador, 'Satoshi Nakamoto', estableció que solo podrían minarse 21 millones de bitcoines para garantizar que la criptomoneda se convirtiera en un valor de reserva a la manera del oro.

No hay forma de saber con certeza lo que depara el futuro, pero suponiendo que las cripto sigan existiendo, que el bitcóin logre posicionarse de la manera en que lo concibió 'Satoshi' y que su adopción se generalice entre gobiernos y personas, su agotamiento traería consecuencias importantes en diversos frentes, empezando por los mineros, que son quienes se encargan de mantener la red de seguridad que soporta las transacciones con la criptodivisa, a través de la resolución de problemas matemáticos de alta complejidad, a cambio de un pago.

La encrucijada de los mineros

Como explica Hannah Pérez para el portal especializado Diario Bitcoin, "la cadena de bloques del bitcóin está programada para asegurar la escasez y mantener una tasa de inflación controlada" en un contexto de alta volatilidad durante un lapso determinado.

Así, precisa, "cada 810.000 bloques, la recompensa minera de la red se recorta a la mitad reduciendo de forma efectiva la cantidad de monedas circulantes en el mercado". Se trata de un evento programado conocido bajo el nombre de 'halving' y, una vez que tiene lugar, los mineros reciben 50 % menos ingresos por cada transacción que extraen y añaden a la cadena de bloques.

El 'halving' más reciente data de abril de 2024. Considerando globalmente todas las transacciones, hasta que ocurra el próximo 'halving' –previsto para 2028–, los mineros producen aproximadamente 450 bitcoines diarios. Desde otro ángulo, la reducción de la oferta ha traído consigo que se le considere un activo más exclusivo que el oro, en términos de escasez de emisiones, según reveló una investigación de Glassnode del pasado año.

Desde su salida al ruedo en 2009, a la fecha, se han minado más de 19,6 millones de bitcoines, lo que representa más del 90 % de todas las unidades disponibles. Esa cifra aumentará a 95,24 % en 2026 y en 2039 será de 99,52 %. Asimismo, expertos estiman que el penúltimo se extraerá cerca de 2093 y el último satoshi, unidad mínima de la moneda virtual, se minaría en 2140.

Una vez se hayan extraído todos los bitcoines, los mineros no podrán recibirlos nuevamente como recompensa y dependerán exclusivamente de las tarifas de transacción, cuyos costos deberían experimentar un alza sostenida, al menos en dólares estadounidenses.

Se trata de ingresos significativamente menores a los que se podían obtener en el pasado. A modo de comparación, Binance refiere que en 2011, los usuarios pagaban 0,01 bitcoines por cada transacción e incluso algunas se confirmaban gratuitamente. Luego, ese costo disminuyó a 0,0005 bitcoines y ha seguido cayendo conforme se ha valorizado el precio de la criptomoneda.

Por otro lado, la minería de bitcóin sigue representando un enorme desafío, tanto por la complejidad de los problemas que deben resolverse, como desde el punto de vista de los procesadores de alta potencia que se requieren para obtener una solución y el impacto ambiental asociado a su operación.

Según sitios especializados en el negocio cripto, reseñados por Binance, un minero estadounidense gastó en 2022 unos 20.000 dólares por bloque minado. En el Reino Unido, la cifra trepa a casi 50.000 dólares. En todos los casos se esperaba un incremento después del 'halving' de 2024.

En tales circunstancias, cabe preguntarse qué sostiene el negocio del minado de criptodivisas. Liliana Olivares, conductora del pódcast de finanzas 'Maldita pobreza', recalca que desde 2015, el precio de esta criptodivisa ha subido 32.000 %, lo que significa que se trata de una rentabilidad de carácter fiduciario, es decir, apoyada en el propio bitcóin.

El "mientras tanto"

Por diseño, la red bitcóin mantiene la seguridad por medio de un algoritmo de ajuste de dificultad orientado a garantizar que las tasas de generación de bloques sean consistentes, inclusive en contextos de baja participación de mineros, debido a factores como la disminución de los incentivos económicos o desafíos propios del entorno, puntualizan desde Binance.

De otra parte, en la medida que disminuye la oferta de bitcoin, el comportamiento esperado es que se haga cada vez más escasa en el mercado e incluso deflacionaria en razón de condiciones externas como la pérdida de billeteras y el envío de tokens –unidad de representación virtual de una transacción– a direcciones que no se pueden recuperar.

Dicho de otro modo: del total de bitcoines minados hasta el presente, hay un porcentaje que ya no está disponible. Estimaciones de empresas forenses sugieren que podría tratarse de hasta el 20 % de todos los bitcoines emitidos, cuya pérdida puede atribuirse al extravío de claves o al deceso de los propietarios de este criptoactivo sin revelar los detalles de su billetera virtual.

Esta variable podría afectar el valor de la criptodivisa y comprometer a la postre su rol como valor de reserva, toda vez que su sustento radica en la posibilidad de usarla como efectivo electrónico con opción de reevaluarse.

Cálculos especializados apuntan a que la oferta del bitcóin se mantendrá estable y crecerá apenas 12 % durante el próximo siglo, pero la demanda seguirá expandiéndose. Si se siguen los principios de la economía clásica, esto significa que el precio continuará aumentando porque un número cada vez mayor de personas querrá hacerse con un bien que es cada vez menos abundante.

El futuro

A consecuencia de la inevitable escasez, es probable que en los próximos años se abandone –o al menos disminuya sensiblemente– el uso del bitcóin para transacciones pequeñas, entendidas estas como inferiores o iguales a la tarifa de procesamiento, aunque huelga decir que no se trata de un asunto sobre el que exista consenso entre los desarrolladores.

Los defensores de la tesis del 'bitcóin cash' –como efectivo– argumentan que deberían estar disponibles bloques más grandes para el registro de datos, donde puedan almacenarse detalles de las transacciones, toda vez que esa apuesta les permitiría ganar más dinero por cada bloque minado. La premisa es simple: cuanto más grande sea el bloque, mayor será el volumen de transacciones y, en tal escenario, se pueden cobrar tarifas más altas.

Al otro lado de la acera están los desarrolladores que defienden el estado actual de la cadena, pues su carácter desentralizado supone hasta el momento la garantía de su seguridad y de su anonimato. Pero eso cambiará con el fin de la posibilidad de minado. Se trata de un riesgo futuro sobre el cual ya hay algunas líneas trazadas.

Así, argumentan que las soluciones escaladas pueden resolver el problema del volumen de las transacciones, sin necesidad de cambiar la configuración central del bitcóin. De estas destaca la estrategia 'Lightning Network', que figura como una solución para facilitar las transacciones cotidianas, en aras de reservar la cadena principal de bloques para las transacciones de alto valor.

Esta propuesta conserva el anonimato de la transacción y se le puede comparar con la forma en que se maneja el dinero en efectivo en un banco y cómo tienen lugar las transacciones en la calle. De esta manera, la cadena de bloques sería el banco y las operaciones en 'Lighting Network' se asemejarían a los pagos hechos a particulares, que solo se formalizan en la economía cuando una de las partes decide acudir al banco y depositar ese dinero.

Ramírez apunta que, adicionalmente, el bitcóin "podría convertirse en una plataforma para emisión de aplicaciones, arte, juegos ymemecoins, un uso que ha ganado mucha popularidad en los tiempos recientes y que ha generado ingresos multimillonarios para los mineros".

En medio de todas estas incertidumbres, finalmente está la cuestión de la adopción de esta criptodivisa como moneda de intercambio por parte de gobiernos y de grandes compañías. A este respecto, es paradigmático el caso de El Salvador, que la hizo moneda de curso legal y luego dio un paso al costado para acceder a recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Pese a ello, el gobierno del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, sigue comprando bitcoines, con la expectativa de que, en el futuro, el pequeño país centroamericano dispondrá de un recurso preciado.

Sin embargo, aunque pareciera de entrada un buen negocio, los críticos apuntan a la ausencia de regulaciones, la falta de respaldo fiduciario y la carencia de mecanismos de trazabilidad de las transacciones como obstáculos para su adopción definitiva. No parece tratarse de una realidad que vaya a cambiar en el corto plazo.

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