Durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983), la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) funcionó como uno de los mayores centros clandestinos de detención del país. Por allí pasaron alrededor de 5.000 personas secuestradas; la mayoría de ellas siguen desaparecidas.
Uno de los pocos sobrevivientes fue Víctor Basterra, un militante peronista y obrero gráfico que, a pesar del encierro, logró lo impensable: exponer el rostro de los represores desde dentro del horror.
Basterra fue secuestrado en 1979 en Buenos Aires. Estuvo casi dos años y medio cautivo en la ESMA, donde fue torturado física y psicológicamente. Pero su formación como técnico gráfico le dio un valor 'útil' para los represores, que decidieron mantenerlo con vida y emplearlo en tareas vinculadas a documentación falsa.
Victor Basterra, uno de los imprescindibles, fotografiado por Giancarlo Ceraudo. pic.twitter.com/5o8nRa7t7J
— Paz Tibiletti (@vientodestino) June 29, 2023
Por sus habilidades, sus captores le encargaban elaborar carnets, pasaportes y documentos falsos para los espías del régimen. Fue así como tuvo acceso a una máquina de fotografía, negativos, papel y reveladores.
En un acto de resistencia y de riesgo extremo, Basterra comenzó a copiar y esconder retratos de sus captores: oficiales, médicos y miembros de inteligencia. También conservó imágenes de otros secuestrados y de los interiores de la ESMA. Al ser liberado, logró sacar del centro clandestino decenas de esas fotos ocultas en su ropa. Años después, esas imágenes serían clave en los juicios por crímenes de lesa humanidad: por primera vez, se ponía rostro a los verdugos de la dictadura.
Trabajar o morir
Durante los primeros días en la ESMA, Basterra fue torturado con picana eléctrica hasta sufrir dos paros cardíacos. "Casi me matan. Esa es la realidad", relató el fotógrafo en 2017, en una entrevista con Radio Ambulante, el podcast de NPR. "Yo estuve tres meses esposado, con grilletes. Uno estaba tirado en un piso sobre una colchoneta roñosa, siempre con la misma ropa", contó.
En enero de 1980, sus captores le hicieron una propuesta difícil de rechazar: "Trabajás o te morís". Aceptó. Su tarea era falsificar documentos para los operativos encubiertos de la Marina. Pero, en paralelo, empezó a hacer una copia adicional de las fotos que le tomaba a los represores.
Durante su cautiverio en el Centro Clandestino de la ESMA, Víctor Basterra fue obligado a realizar fotografías de los integrantes del Grupo de Tareas para confeccionar documentos falsos. Vení a recorrer el Museo Sitio, Patrimonio Mundial de la UNESCO. #mesdelamemoriapic.twitter.com/dZrhrcc2iY
— Museo Sitio de Memoria ESMA (@MuseoSitioESMA) March 28, 2024
A esta parte de su relato Basterra la resumió con un conocido refrán: "La venganza es un plato que se come frío". "Me pedían cuatro documentos, yo hacía cinco fotos", explicó. Las copias las escondía en papel fotosensible o, más adelante, entre su ropa. "Lo puse entre mis calzoncillos", contó.
Las condiciones en las que sobrevivió eran extremas. Encerrado en un altillo donde se ubicaban los prisioneros engrillados y encapuchados, trataba de encontrar pequeños signos de vida del otro lado de las paredes. "Escuchaba un zorzal, a la mañana. Era hermoso. Y es un canto de lo más rutinario. Pero a mí me encantaba. Es un hermoso recuerdo de una época oscura".
Testimonio clave
Con el regreso de la democracia, Basterra se presentó ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) con documentos, negativos y una lista de detenidos y represores que había compilado. "Acá les traigo un material que yo creo que les va a interesar mucho, pero hay que tratarlo con sumo cuidado porque yo estoy siendo controlado", advirtió. Parte de ese archivo fue publicado por el diario La Voz en agosto de 1984, bajo el título 'ESMA, fotos exclusivas: 73 caras de represores'.
¡Hasta siempre, compañero Víctor Basterra!Víctor sobrevivió a la ESMA y nunca se movió del lugar del compromiso de dar testimonio para que haya justicia. pic.twitter.com/VGbRFMGfR3
— H.I.J.O.S. Capital (@hijos_capital) November 7, 2020
Junto al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), confeccionó el llamado Informe Basterra, que reunía fotos, documentos y su relato. Su testimonio fue clave en el Juicio a las Juntas de 1985, donde declaró durante casi seis horas. Al menos 18 represores procesados en causas por delitos de lesa humanidad fueron identificados gracias a su archivo. También fue testigo en causas posteriores, como la llamada 'ESMA III', que concluyó el 29 de noviembre de 2017 con la condena a prisión perpetua de varios represores, entre ellos Alfredo Astiz y Jorge 'El tigre' Acosta.
Pese al cáncer que lo afectaba, Basterra siguió participando en espacios vinculados a la reconstrucción de la memoria sobre el accionar represivo del Estado. Murió en noviembre de 2020, a los 74 años, en un hospital de La Plata, Buenos Aires. En vida, su trabajo fue retratado en el documental Fotos de la memoria, y difundido por distintas instituciones de derechos humanos. Su legado es doble: ayudó a condenar a los responsables del genocidio, y enseñó que incluso en los sótanos más oscuros del poder hay espacio para la dignidad y la justicia.