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72 días en los Andes: la tragedia del vuelo 571 que se convirtió en milagro

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En octubre de 1972 el avión en el que viajaba un equipo 'amateur' de rugby se estrelló en una de las cordilleras más grandes del mundo, milagrosamente varios pasajeros lograron sobrevivir.
72 días en los Andes: la tragedia del vuelo 571 que se convirtió en milagro

La mundialmente conocida historia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya ha sido contada una y mil veces, y seguramente lo seguirá siendo. La tragedia, que tuvo lugar en octubre de 1972 mientras un avión en el que viajaban 45 personas se estrelló en una de las cordilleras más grandes del mundo, la de Los Andes, se convirtió en un milagro cuando, a pesar de las adversidades, 16 pasajeros lograron vivir para contarla.

"Siempre pensábamos que nos iban a rescatar al día siguiente", recordó Eduardo Strauch, uno de los sobrevivientes, en entrevista para RT. Los pasajeros pasarían unos 72 días en lo alto de las montañas después de que su avión se estrellara en la cordillera el 13 de octubre de 1972 a causa de una combinación de mal tiempo y errores humanos.

El vuelo 

Además de la tripulación, a bordo se encontraba un equipo 'amateur' de rugby, los Old Christians, junto con algunos de sus familiares y amigos que habían decidido acompañarlos en el viaje desde Montevideo hasta Santiago de Chile para verlos jugar un partido amistoso en la capital chilena. El vuelo tuvo que posponerse en dos ocasiones por el mal tiempo, pero finalmente el 13 de octubre el avión pudo despegar.

A pesar de la preparación y amplia experiencia de los pilotos, se cometieron varios errores que hicieron que la aeronave chocara tres veces contra las montañas, desmembrándose impacto tras impacto y dejando gente en el camino. 13 personas murieron a causa de la colisión y de haber sido expulsados del interior del avión hacia el vacío. Lo que quedó del fuselaje se deslizó a lo largo de más de 700 metros a 350 km/h sobre la nieve hasta que finalmente se detuvo.

'Vallis lacrimarum'

Esa primera noche en la montaña, a unos 4.000 metros de altura, cuatro personas más murieron. Con el paso de los días, otras 17 personas perdieron la vida a causa de las heridas y el frío en una de las zonas más inclementes de los Andes en la frontera entre Chile y Argentina: el Valle de las Lágrimas. El lugar era llamado así desde antes del accidente, debido a que los minerales presentes en la zona causan irritación ocular a todo el que pase por ahí.  

Perdidos en lo profundo de la cordillera, en un lugar completamente cubierto por la nieve, los sobrevivientes se dieron cuenta de que la comida era poca. Entre los restos del avión encontraron ocho barras de chocolate, una lata de mejillones, tres tarros pequeños de mermelada, una lata de almendras, unos cuantos dátiles, caramelos, ciruelas secas y botellas de vino. El frío, el hambre y la sed eran insoportables pero la esperanza de ser rescatados mantenía con vida al grupo.

En el día diez, los sobrevivientes escucharon un anuncio terrible a través de la radio que ellos mismos habían reparado y por medio de la cual se enteraban de lo que pasaba en esa otra realidad de la que hasta hace poco tiempo habían sido parte. Después de una decena de días en la que las autoridades habían estado buscando el avión uruguayo, la búsqueda se suspendía y los pasajeros se daban todos por muertos. El momento fue terrible, pero, como Strauch recordó, el grupo levantaba el ánimo.

En el valle reinaban un silencio y una incertidumbre absolutas que de vez en cuando se interrumpían por los sonidos de la montaña. Para el día 17, los sobrevivientes tuvieron que enfrentar una prueba más: una avalancha. Strauch aseguró que fue probablemente uno de los momentos "más duros y terribles". El sobreviviente contó que después sintió tristeza al creer que iba a morir, pero luego experimentó "un placer absoluto", como si ya hubiera muerto. Strauch sobrevivió, pero ocho personas murieron.

Decisiones extremas

Los sobrevivientes obtenían agua de la nieve que derretían y se habían empezado a comer los asientos del avión hasta que sus cuerpos mismos les empezaron a dar señales de que se estaban muriendo. Esto los llevó a tomar la difícil decisión de comerse los restos de los fallecidos. Strauch comentó que vencer el tabú cultural y recurrir a los cuerpos fue el esfuerzo mental más duro de su vida, pero reconoce: "Vivimos porque otros murieron".

Carlos Páez, otro sobreviviente que tenía tan solo 18 años al momento de la tragedia y cumplió los 19 en la cordillera, afirmó que generalmente comían la carne cruda y que esta sabía igual que la de vaca. "Llega un momento en el que te acostumbras tanto que de pronto te sientas encima de un muerto para no estar encima de la nieve", aseveró.

Numa Turcatti se negó a recurrir a la necrofagia y falleció sosteniendo una carta en su mano en la que había escrito: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos". Después se supo que el mismo papa Paulo VI les había enviado un telegrama a los sobrevivientes para bendecirlos y felicitarlos por aquella decisión puesto que según él, de no haber ingerido la carne, hubiera sido considerado como suicidio.  

El rescate

La muerte de Turcatti fue el momento que llevó a tres miembros del grupo a aventurarse en la inmensidad de la cordillera para buscar ayuda. Fernando 'Nando' Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín iniciaron una larga caminata hacia el oeste vestidos con las ropas que habían quedado y llevando unos lentes de sol hechos con los vidrios del avión.

A pesar de que los tres eran los que mejor condición tenían, Vizintín no pudo continuar y tomó la decisión de hacer un último esfuerzo para regresar con el resto. Parrado y Canessa siguieron hasta que después de 10 días caminando, el 21 de diciembre, finalmente llegaron a las orillas del caudaloso río Azufre (Chile) en donde vieron a tres jinetes arreando unas ovejas.

Los jinetes eran el arriero Sergio Catalán con sus dos hijos de 12 y 14 años. El sonido del caudal no dejaba a los hombres hablar. Catalán sacó un papel y un lápiz que envolvió dentro de un pañuelo junto con una piedra que lanzó al otro lado del río. Parrado escribió una nota que de una forma casi milagrosa consiguió lanzar de regreso al arriero: "Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo".

Catalán les lanzó unos panes a los chicos y con señas les hizo entender que iría por ayuda. Cabalgó diez horas hasta que llegó a la estación de policía-guardia más cercana en donde al principio no le creyeron nada de lo que decía e incluso consideraron meterlo a una celda porque pensaban que estaba borracho. Cuando mostró la nota, las autoridades dieron aviso y se inició un operativo de rescate.

El 22 de diciembre, gracias a la ayuda de Nando y Roberto, los helicópteros de rescate llegaron hasta el lugar en donde se habían refugiado los sobrevivientes para llevarlos por fin a casa. "El amor a nuestras familias fue lo que nos salvó", asegura Eduardo Strauch quien recalca que fue eso lo que los permitió sobrevivir y aguantar aquellos 72 días en los Andes.

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