La península de Crimea, joya turística y lugar histórico de Rusia
En el Foro Económico Internacional de Yalta se firmaron acuerdos de inversión de 70.000 millones de rublos que se destinarán a la península rusa de Crimea. Uno de los proyectos más relevantes de los discutidos en la cumbre, que contó con la participaron de representantes de 26 países, fue la construcción de una nueva terminal para el aeropuerto de Simferópol, la capital crimea. Se calcula que el aeropuerto recibirá unos 6,5 millones de pasajeros al año, algo muy positivo teniendo en cuenta que la península es un importante destino turístico.
Las sanciones económicas exteriores siguen afectando la vida en Crimea
Sin embargo, tras dos años en Rusia, la situación en la región sigue estando condicionada por las sanciones exteriores. La apuesta por el turismo ruso es ahora una de las principales bazas económicas de la península, ya que la mayoría de visitantes actualmente procede del resto del país.
"En su mayoría los inquilinos del hotel son turistas rusos. Probablemente es difícil para los extranjeros llegar a Crimea, hay problemas con los visados, ahora tenemos mucha burocracia por el cambio de legislación. Eso pasa por las sanciones. Pero a Crimea están llegando muchos rusos", relata Svetlana, gerente de uno de los hoteles de la península.
Con el rublo en crisis, Crimea se convirtió, según uno de los principales operadores turísticos rusos, en el primer destino para el turismo interior en 2015. Comparado con 2014, ahora hay un 68% más de tránsito aéreo en la península.
Su situación estratégica en el mar Negro siempre le ha valido a Crimea ser objeto de disputa entre imperios, y un habitual campo de batalla. Es el aspecto negativo de sus costas y sus barrancos, pero su lado positivo es que también son un reclamo para el movimiento turístico.
El castillo de Lástochkino Gnezdó (Nido de golondrina)
El castillo de Lástochkino Gnezdó (Nido de golondrina) es una de las principales atracciones turísticas, que recibe 5.000 visitantes diarios en temporada alta. Tatiana, una comerciante local que vende aquí sus productos a turistas desde hace cuatro años, afirma que la nueva situación le beneficia. "Ahora los turistas llegan de Rusia. Son gente maja, agradable. El único problema que tenemos son los cajeros, no hay suficientes para que la gente pueda sacar dinero y comprar. Pero en general hay visitantes, compran nuestros productos que están en su mayoría hechos en Crimea", agrega Tatiana.
La línea de trolebús más larga del mundo
Pero además, Crimea ofrece al visitante otros atractivos inesperados. Uno de ellos está ligado a sus caminos desde hace décadas: la línea de trolebús más larga del mundo. El viaje en la línea de trolebús A54 es una experiencia única, porque además de permitir recorrer el trayecto más largo en este tipo de transporte, en este vehículo se siente la experiencia de viajar en el tiempo, pues este vehículo funcionaba ya en 1959 en las mismas condiciones. Las tres horas de trayecto permiten conocer la costa y las montañas de Crimea a un ritmo tranquilo, más propio de otra época.
Pável, quien trabaja en esta línea como chófer desde hace décadas, desde su asiento ha visto los recientes cambios en la región. "Me alegra haber vuelto a Rusia, pero tengo también un sentimiento amargo, mi padre era ruso y mi madre ucraniana, considero que somos un único pueblo. Las ambiciones políticas nos han dividido", confiesa.
Los recónditos secretos de la Guerra Fría
Crimea alberga también otros ecos de la Guerra Fría menos bucólicos: se trata de la bahía de Balaklava. Durante décadas este lugar no aparecía en ningún mapa, como si no existiera. La razón es que esconde una base de submarinos nucleares ultrasecreta de la Unión Soviética. Adentrarse en esta ciudad oculta bajo la montaña despierta los peores temores de la Guerra fría. Con capacidad para alojar y armar hasta siete submarinos nucleares, este lugar fue ideado en 1952 también como un refugio nuclear. Tres mil personas podían sobrevivir en sus galerías durante 30 días a salvo de las bombas atómicas.
Tatiana, residente de Balaklava y guía del museo local, conoce todos los secretos de este lugar. "Nunca antes había estado en un sitio como este, la primera vez que entré aquí me quedé sorprendida con las dimensiones de este lugar. Espero que una estructura como esta no sea necesaria hoy, que los gobiernos puedan llegar a entenderse", dice.
Hoy estos kilómetros de recovecos y galerías son solo un museo, pero también un triste recuerdo de la Guerra Fría. Una guerra con Occidente que Crimea quiere dejar solo para los museos.