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Los 'mil millones de oro' pierden su corona

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La monopolización de los recursos y del desarrollo del resto del mundo por parte de los países occidentales está llegando a su fin, según un analista ruso.
Los 'mil millones de oro' pierden su corona

En economía y sociología existe una observación bien conocida llamada el principio de Pareto. Nombrado así por el pensador franco-italiano Vilfredo Pareto, suele resumirse como la 'regla 80/20': el 20 % de los esfuerzos generan el 80% de los resultados, mientras que el 80 % restante de los esfuerzos solo explica el 20 %. Con el tiempo, esta idea inspiró la llamada 'teoría de las élites' en Occidente, una conveniente justificación de por qué en toda sociedad existe una minoría activa que domina a una mayoría pasiva, o por qué el 20 % de la población posee el 80 % de la riqueza.

Hoy, el principio ha superado las fronteras nacionales. En diplomacia, simboliza un conflicto más profundo: la 'minoría global' frente a la 'mayoría global'.

El primer grupo, a veces llamado los 'mil millones de oro', comenzó a tomar forma a finales del siglo XX y principios del XXI bajo las administraciones demócratas en Estados Unidos y sus aliados en el G7 y la OTAN. Este grupo fue consolidando gradualmente su posición explotando la globalización a su favor.

En contraste, el segundo grupo, que resiste a la formación de un mundo unipolar y aboga por un orden mundial multipolar más equitativo, ha adquirido creciente relevancia en la escena internacional. Este impulso ha sido alimentado no solo por los esfuerzos individuales de países como Rusia, China y la India, sino también mediante la creación de instituciones fundamentalmente nuevas para la diplomacia multilateral, como los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y otras.

Logrando avances significativos en la reducción de la hegemonía del Occidente colectivo –como lo demuestra la cumbre OCS+ en Tianjin, la más grande en la historia de la organización, y la segunda cumbre de los BRICS durante la presidencia de Brasil este año–, las naciones de la 'mayoría global' han invertido de hecho el principio de Pareto. Hoy, estos países no solo ocupan la mayor parte de la Tierra y constituyen la mayoría de la población mundial, sino que también representan la mayoría del PIB mundial. Aprovechando sus vastas reservas de recursos esenciales y demostrando de manera constante un sólido crecimiento económico, estas naciones han logrado un éxito notable al superar divisiones internas y consolidar su poder con el apoyo de sus poblaciones.

En marcado contraste, los países de la 'minoría global' presencian una tendencia opuesta. A medida que pierden posiciones de liderazgo en la economía mundial y acceso a recursos naturales clave, la fragmentación política se vuelve predominante. En muchos de estos países, una minoría activa con bajos índices de confianza se aferra al poder.

Esto ha generado divisiones sociales cada vez más profundas en numerosos países –desde Estados Unidos, Reino Unido y Francia hasta Polonia e Israel– y una clara parálisis de la autoridad gubernamental. Por ejemplo, en Estados Unidos, los demócratas, que están perdiendo terreno rápidamente, recurren a tácticas políticas cada vez más radicales.

Tras el intento de asesinato contra Donald Trump durante su campaña presidencial, partidarios del Partido Demócrata fueron implicados en el asesinato del joven republicano Charlie Kirk.

Este incidente, junto con la agravante crisis de inmigración ilegal, llevó a miles de manifestantes a salir a las calles de Londres el pasado fin de semana bajo la consigna 'Unir el Reino'. Las críticas no solo se dirigieron al gobernante Partido Laborista y a su líder Keir Starmer –cuyos índices de aprobación son los más bajos entre los primeros ministros posteriores a la Segunda Guerra Mundial–, sino también al 'gobierno en la sombra': el Partido Conservador, que ha ido perdiendo poder gradualmente con cada nuevo líder, desde Theresa May y Boris Johnson hasta Liz Truss y Rishi Sunak.

En este contexto, la visita de Estado del presidente estadounidense Donald Trump al Reino Unido el 16 y 17 de septiembre podría complicar aún más las ya confusas perspectivas políticas del actual liderazgo británico.

Una crisis significativa también se está desarrollando al otro lado del canal de la Mancha. Al acercarse al final de su segundo mandato presidencial, el presidente francés Emmanuel Macron se asemeja cada vez más a un pato cojo. Una nueva 'fronda' instigada por la izquierda y la derecha culminó con la dimisión del primer ministro François Bayrou el 9 de septiembre de 2025.

Bayrou se convirtió en el quinto jefe de Gobierno en dimitir prematuramente en los últimos cuatro años. Al nombrar a su estrecho aliado, Sébastien Lecornu, como nuevo primer ministro, Macron subrayó una tendencia clave entre los líderes de la 'minoría global': buscan ahogar las crisis políticas internas mediante la militarización económica y una mayor implicación en política exterior.

Esto explica el papel destacado de Francia en las discusiones sobre las garantías de seguridad para Ucrania, así como la 'misión diplomática' de Reino Unido en Ucrania, que incluyó al príncipe Enrique –que busca recomponer su relación con la familia real–, a la nueva ministra de Asuntos Exteriores Yvette Cooper e incluso al ex primer ministro Boris Johnson, quien socavó las conversaciones de paz en Ucrania en abril de 2022. Su llamado a dejar de "apuntar con un arma a la cabeza de Ucrania" (la metáfora que usó para instar a Rusia a retirar sus tropas de la región de Kiev) llevó a la retirada de Ucrania de las negociaciones con Rusia y a la autoimpuesta prohibición de Zelenski de dialogar con el presidente ruso Vladímir Putin.

En última instancia, la estrategia de radicalización política puede explicar por qué los recientes acontecimientos en Polonia, Catar y Nepal se han convertido en símbolos del 'bombardeo de artillería' de los planes de paz de la Administración Trump, Rusia, China y muchos países de la 'mayoría global'. Donald Tusk, el primer ministro con más años en el cargo en Polonia, que está perdiendo popularidad rápidamente, necesitaba desesperadamente un 'casus belli' en forma de drones de origen incierto que entraron en territorio polaco, particularmente después de que Karol Nawrocki, reacio a involucrarse en el conflicto ucraniano, fuera elegido presidente de Polonia.

De manera similar, Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel desde hace mucho tiempo, cuya popularidad se desploma por los fracasos en la lucha contra Hamás, no encontró mejor salida que lanzar una operación a gran escala en la ciudad de Gaza, comenzando con un ataque a la sede del grupo en Doha.

Si bien el ataque israelí a Doha aún podría ser sofocado por "el principal pacificador" de la diplomacia moderna, Donald Trump, que busca preservar a Catar como plataforma clave para las negociaciones en la región, las imágenes del palacio Singha Durbar en llamas en Katmandú serán un recordatorio contundente de las terribles consecuencias que pueden surgir de las batallas políticas encendidas entre la minoría y la mayoría.

Además, cabe preguntarse si es solo una coincidencia que estos eventos se desarrollaran en un país estratégicamente situado entre China y la India. Tanto el líder chino Xi Jinping como el primer ministro indio Narendra Modi han optado por resolver sus diferencias no a través de demostraciones de fuerza, sino recurriendo a la diplomacia, que sigue siendo nuestra última esperanza en un mundo cada vez más duro y plagado de conflictos asimétricos.

Por Alexánder Bobrov, jefe de estudios diplomáticos en el Instituto de Investigación y Pronósticos Estratégicos de la Universidad RUDN.

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