20.º aniversario del ALBA-TCP: ¡El fin de la historia no lo aceptamos!
El 14 de diciembre de 1994, Hugo Chávez visitó La Habana y en una histórica conferencia en el aula magna de la universidad de la capital cubana, sembró la semilla de un proyecto de unidad latinoamericana que diez años después se consolidó en esta misma ciudad del Caribe con la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP).
Respondiendo a Francis Fukuyama, Chávez, en esa conferencia y ante la atenta mirada de Fidel Castro, afirmó: "el fin de la historia no lo aceptamos". Y recordó a Simón Bolívar, a José Martí, a Sandino, Artigas, San Martín, Omar Torrijos, Juan Velasco Alvarado y José Carlos Mariátegui, asegurando: "ahí están las raíces de un proyecto de Nación, de una sola Nación que somos todos los latinoamericanos y caribeños".
Si en 1815 con la Carta de Jamaica, Simón Bolívar inició el camino hacia la unidad como liberación, a finales del siglo XIX se retomó el testigo profundizando en la construcción de una identidad colectiva que reivindicaba, como decía José Martí, el progreso social frente a la "aldea colonial", rompiendo con el liberalismo trasnochado de las guerras caudillescas que le precedieron.
En el encuentro con Chávez en 1994, Fidel Castro se preguntaba: "¿Cuál es la causa de la pobreza, del desempleo, de las drogas, de la discriminación del indio, de la discriminación del negro, de la discriminación de la mujer, de la discriminación de las minorías? ¿Dónde está la causa de todo eso?". Y él mismo respondía: "No hay que descubrir nada, todo el mundo lo sabe que el capitalismo es la causa de todo eso. Todo el mundo sabe que el colonialismo y el imperialismo es la causa de todo eso".
Y, efectivamente, ese hilo histórico se hacía presente incluso físicamente. En enero de 1928, en esa misma aula magna de la Universidad de La Habana, se produjo un encuentro muy diferente. Durante la VI Conferencia Panamericana, el invento previo a la creación de la Cumbre de las Américas, había importantes temas vetados.
No se habló en esta conferencia sobre la Enmienda Platt, que imponía a Cuba la obligatoriedad del arrendamiento de ciertos servicios a los EE.UU., que permitía la intervención política y militar del vecino del norte sobre la isla caribeña, que restringía las relaciones internacionales del gobierno cubano y que, además, limitaba su deuda pública impidiendo su desarrollo.
El ALCA pretendía abrir las fronteras de países con muy bajo nivel de desarrollo a los productos de aquel que tiene los más elevados niveles tecnológicos y de productividad, como es EE.UU.
Tampoco se habló, aun siendo entonces un tema de plena actualidad, de cómo a fines del año anterior, en las selvas de El Chipote, en Nicaragua, el ejército invasor estadounidense había salido mal parado contra el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSN), liderado por Sandino, pese a la superioridad militar de las fuerzas intervencionistas. No se mencionó tampoco que la injerencia estadounidense en el país centroamericano solo tenía un fin, garantizar sus intereses económicos a través de la construcción de un canal en Nicaragua.
ALBA frente al ALCA
Sin embargo, no podemos hablar sobre la creación del ALBA-TCP sin tener en cuenta que no solo es una respuesta histórica, sino que también fue una respuesta concreta. El ALBA surgió en diciembre de 2004 como respuesta al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), firmado en Miami en 1994, abarcando a todos los países del continente –salvo a Cuba–, y que debía comenzar su andadura a partir de la IV Cumbre de las Américas en 2005.
El ALCA pretendía abrir todas las fronteras de países con muy bajo nivel de desarrollo a los productos de aquel que tiene los más elevados niveles tecnológicos y de productividad, como es EE.UU. Un expolio de materias primas, de fuerza de trabajo barata, de clientes y de mercado.
A fin de cuentas, solo un necio o alguien interesado no vería que un Tratado de Libre Comercio entre economías tan desiguales, solo puede suponer la legalización formal de un expolio que cronifica el subdesarrollo y la dependencia de las economías más débiles que lo integren.
En ese sentido, no es casualidad que el ALBA se funde sobre otros principios donde el comercio no se entiende como un fin en sí mismo, donde hay un trato específico a cada uno de los países y donde se apuesta por la cooperación y la solidaridad.
Así se desarrollaron proyectos específicos en el marco del ALBA, como Petrocaribe, que ha mejorado el acceso a la energía, reducido la dependencia de mercados internacionales y ha contribuido al desarrollo de infraestructura en países como Haití, Jamaica y Dominica. También programas de salud como la Misión Milagro, por la cual más de 6 millones de personas de distintos países como son Antigua y Barbuda, Granada y San Vicente y las Granadinas, entre otros, se han beneficiado de esta atención oftalmológica gratuita, así como en otros sectores como la promoción cultural, la seguridad alimentaria o el apoyo financiero a través del Banco del ALBA.
Sin embargo, el ALBA se integra en un proceso mayor, de transformación, que se venido agudizado en los últimos veinte años pese a haber atravesado por serias dificultades.
En Honduras en 2009 se inauguró una nueva etapa de asfixia contra América Latina con el golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya; con las operaciones de desestabilización en Nicaragua; la guerra híbrida contra Venezuela; el aumento del bloqueo a Cuba; golpes de Estado como el ocurrido en Bolivia en 2019, o golpes parlamentarios como el que tuvo que enfrentar Pedro Castillo en Perú; al igual que distintos procesos de 'lawfare' en países como Argentina, Brasil o Ecuador, los cuales han sido la tendencia general estos últimos años.
Pero precisamente por eso es necesario volver a ese 14 de diciembre de 1994. En ese momento, EE.UU. se alzaba triunfante en un mundo claramente unipolar, Cuba padecía el aislamiento en pleno período especial, Chávez aún no había llegado al poder, y aún así la historia siguió y las victorias se multiplicaron.
Treinta años después, mientras en Caracas (Venezuela) tenía lugar la XXIV cumbre de la Alianza, los festejos por el 20 aniversario recorrían América Latina y el Caribe con actos de homenaje como los realizados en Nicaragua o Cuba, pero también cruzando los océanos y llegando a Angola o Sudáfrica. Porque por más que le pese a Fukuyama, cada vez son más los pueblos que, como decía Chávez, se niegan a aceptar el fin de la historia.
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