
¿Sobrevivirá la OEA en la era post-Almagro?

El nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos, (OEA), Albert Ramdin, originario de Surinam, inició este miércoles la Asamblea General número 55 del organismo, en Antigua y Barbuda, con un discurso en el que realizó un llamado a la paz y la desescalada del conflicto en Oriente Medio.
En el contexto de las secuelas del mencionado conflicto bélico en Irán, en el que la semana pasada intervino de manera violenta un país miembro (EE.UU.), se lleva a cabo este evento ordinario en el que la principal preocupación pareciera estar fuera de América, lo que quizá desvía un poco la atención de los conflictos y situaciones nocivas que se desarrollan en la región.
Otro tema presente en el discurso del flamante secretario general es la necesidad de la reorganización interna, la transparencia y cambios necesarios en el funcionamiento propio del organismo. La OEA viene de estar en el "ojo del huracán" durante la gestión que desempeñó por diez años (2015-2025), Luis Almagro, quien desarrolló una línea dura, muy apegada a los intereses de Washington, lo que dejó un saldo de países autoexcluidos y críticas contundentes contra la organización.
Ramdin, en cambio, ha optado por un lenguaje mucho más moderado y ecuánime, buscando realzar un organismo que entró en "terapia intensiva" después de la polémica gestión de su antecesor, quien en ocasiones privilegió la participación en organizaciones paralelas como el Grupo de Lima, cuando no contaba con la mayoría necesaria para ejecutar políticas de intervención en coyunturas determinadas.
Al terminar la gestión de Almagro, la OEA es un ente mucho menos representativo y legítimo para resolver los conflictos que suceden en el continente.
Pero este cambio de discurso del surinamés, esta atenuación, no difumina la sombra de Almagro quien salió en el pasado mes de mayo en medio de denuncias debido a la promoción de una funcionaria de su entorno con quien supuestamente mantenía relaciones amorosas. Aunque las peores críticas las tiene por su actuación pública y notoria a favor del golpe de Estado en Bolivia, en el año 2019, en el que fue violentamente depuesto el expresidente Evo Morales y que dejó como saldo varios manifestantes muertos.
Al terminar la gestión de Almagro, la OEA es un ente mucho menos representativo y legítimo para resolver los conflictos que suceden en el continente. Entonces, este discurso moderado de Ramdin, aunque en sí mismo significa un giro importante, hasta ahora no parece coadyuvar para que la OEA pueda perfilarse y levantar vuelo, siempre tomando en cuanta que el funcionario apenas comienza una gestión que durará hasta 2030.
Para aumentar la incertidumbre, el subsecretario de Estado de EE.UU. para Asuntos del Hemisferio Occidental, Christopher Landau, declaró que su gobierno estudia la posibilidad de retirarse del organismo y, apuntando a Venezuela y Haití expresó: "debemos preguntarnos qué sentido tiene la organización".
Haití: centro de preocupación
El discurso de inicio del actual secretario general se ocupó también de la preocupante situación de Haití, aunque hasta que cerramos el presente trabajo no se había logrado consenso para aprobar la iniciativa que está sobre la mesa en cuanto a la forma de intervenir en el país caribeño, donde una fuerza de seguridad africana, específicamente de Kenia, está tratando de retomar el control territorial bajo asedio de bandas armadas delincuenciales que tienen al gobierno y sus fuerzas policiales con escaso margen de maniobra, especialmente después que ocurriera el magnicidio del presidente Jovenel Moïse, perpetuado materialmente por mercenarios colombianos en 2021.
Para no levantar revuelo y generar desconfianza, el discurso de Ramdin no mencionó temas álgidos como el proceso de recolonización que vive el canal de Panamá desde que el actual presidente de EE.UU., Donald Trump, llegara al cargo y comenzara a mover fichas, incluso militares, junto a discursos belicosos, para retomar el control del canal, siempre bajo el recuerdo de la invasión en 1989.
Claramente, el continente no es el mismo de entonces debido al giro izquierdista de varios países. Algunos miembros que aún permanecen en el organismo, como México, Colombia y Brasil, son fuertemente críticos de la historia y las reiteradas posturas pro intervencionistas, planteando la necesidad de generar otro mecanismo.
No es un secreto que tirios y troyanos tienen dudas sobre la viabilidad de la organización.
Con el mencionado ánimo de bajar las tensiones, el secretario tampoco ha tocado el tema de los aranceles que Trump ha impuesto sobre el resto de América, lo que es cuando menos extraño, en tanto, quien impone dichos aranceles y los receptores de los mismos están presentes en la misma asamblea, sentados en la misma mesa. Sin embargo, hasta ahora parece ser un tema "tabú", aunque la OEA y su plenaria debería ser el espacio natural para dirimir esta situación que genera nuevos obstáculos para el crecimiento de América Latina lo que podría llevar a aumentar la pobreza, la exclusión social, y la migración, flagelos contra los que lucha el organismo. Algo muy similar sucede con el tema de las deportaciones masivas.

Ramdin también ha bajado el radicalismo a los anatemas de Almagro sobre Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ha preferido un discurso templado para no levantar aspavientos dentro de la comunidad, aunque los dos últimos países han optado por retirarse del organismo y el primero fue expulsado en 1962.
Así como está, la OEA parece no funcionar a ningún sector ideológico ni geopolítico. Otros organismos existentes, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), tampoco han estado a la altura de las coyunturas actuales existentes en la región. No es solo el futuro de la OEA el que resulta imprevisible: el de América Latina y el Caribe también.
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